Leyenda del silbón, sinfín o sinfín
La memoria colectiva llanera fecunda de gestas, de historias, de
cuentos, mitos y leyendas, de supersticiones, de creencias, de
espejismos, de moral y religiosidad, de realidad y fantasía... de
identidad; reconoce y valida la existencia del espíritu vagabundo de un
hombre que mató a su papá, y fue condenado a vagar por el mundo
cargando en un costal los huesos de su progenitor.
El tema es el parricidio y el imperioso castigo físico y moral.
Después de asesinar a su padre, el hombre fue castigado por su
abuelo con un mandado de pescuezo (típico del llano). Tras intentar
huir fue mordido por el perro tareco, para concluir el castigo, su
abuelo regó sobre sus heridas gran cantidad de así picante.
El recuerdo y mención de lo sucedido libra a las personas de ser atacadas por este espíritu errante conocido como Silbón.
El silbón, uno de los más reconocido, temido y respetado espanto de
la sabana, se presenta en forma de sombra, principalmente a los
borrachos. Quienes lo han visto de cerca le dan forma de hombre alto,
flaco y ensombrerado, que ataca a los parranderos y borrachos, a los
cuales chupa el ombligo para tomarles el aguardiente.
Cuentan que al llegar el sinfín a una casa en las horas nocturnas,
descarga el saco y cuenta uno a uno los huesos; si no hay nadie quien
pueda escucharlo, un miembro de la familia muere al amanecer.
Juan Pablo Rojas Hidalgo, en su folleto titulado El Silbón presenta dos versiones diferentes pero que convergen en contenido:
“El silbón” es el alma en pena de un hijo que mató al papá para
comerle las “asaduras”. El muchacho fue criado retoñecer (mimado), hacía
lo que le daba la gana no respetaba a nadie, de esos que día a día van
por el camino del vicio y del crimen. Un día quiso comer víscera de
venado. Su padre se fue de cacería para complacerlo, pero tardaba en
regresar. En vista de esto el muchacho se fue a buscarlo y al ver que
no traía nada, no había podido cazar el venado, lo mató, le sacó las
vísceras y se las trajo a la madre para que se las cocinara. Como no se
ablandaban, la madre sospechó que eran las “asuraras” de su marido;
preguntándole al muchacho, quien confesó la verdad.
De inmediato lo maldijo “pa’ to la vida”. Su hermano Juan lo
persiguió con un “mondador”, le sonó una tapara de ají y le azuzó el
perro “tureco” que hasta el fin del mundo lo persigue y le muerde los
talones.
La segunda versión cuenta que “El Silbón’ es el ánima en pena de un
muchacho que mató al papá para comerle las “asaduras”. En esta versión
encontramos un personaje criado con toda libertad, demasiado mimado.
Cuando era un “zaga letón” (adolescente) se fue de la casa y empezó a
rodar. Acostumbrado a hacer todo lo que quería, quiso hacer lo mismo en
la vida libertina que llevaba, mató a varias personas; muchas veces
estuvo preso por diferentes delitos, sufrió tantos golpes que, cansado,
regresa al rancho de sus padres. Estos lo reciben muy contentos. Se
dice que pasados algunos días invitó al padre de cacería. En el camino
encontraron un árbol que obstaculizaba el paso. Aquí el muchacho le
dice a su padre: “Papá ¿porqué no enderezas ese palo? está atravesando
en el camino. ¿Por qué no lo enderezas?
- ¡Ay hijo!, ese ya no se puede enderezar, había que haberlo hecho
cuando estaba tierno, cuando estaba chiquito, ya está muy formado, muy
crecido, ya no se puede.
- ¡Ah! si usted sabía eso, que las cosas torcidas se enderezan
cuando están pequeñas, ¿por qué no me enderezó a mí cuando podía,
cuando estaba a tiempo?
Usted me dejó crecer así: malo, torcido, caprichoso... usted no sabe
cuánto he sufrido, he tenido que matar tanta gente y sufrir tantos
golpes para llegar a este momento con vida”.
El muchacho le declaró, entonces, a su padre que lo iba a matar, que
se vengaría por todo lo que había sufrido. Efectivamente lo mató, le
sacó las vísceras y se las llevó a la mamá para que las cocinara.
Al conocer la verdad, la mamá lo maldijo diciéndole que no
descansaría, sería errante y que cuando tratara de descansar oiría al
perro tureco, latiendo y mordiéndole los talones.
Quienes lo han escuchado dicen que sus silbidos son tan horrorosos e
intensos que rompe los oídos y priva a las personas aún sin atacarlas
físicamente.
La leyenda del silbón, no es una fantasía, producto de la
superstición, pertenece a la conciencia de un pueblo que no se
interroga cuando habla de sus espantos, que no pregunta por su origen y
procedencia, lo importante es que existen, por que lo han contado los
abuelos de sus abuelos a sus padres y a sus hijos para mantener unidos
por siempre los eslabones indisolubles de la tradición. Numerosos
habitantes del llano expresan que lo han visto principalmente en el
verano, cuando la sabana arde en épocas de sequía, sentado en los
troncos de los árboles recogiendo ceniza de la cual se alimenta. Se
afirma que en los tiempos de lluvias el espanto sale hambriento de
justicia y se alimenta de los borrachos incautos que no reciben
consejos y se atreven a recorrer los caminos del llano en busca de
parranda.
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